miércoles, 24 de octubre de 2012

Reflexiones



Hubo una época en que mi marido decidió ser granjero. Compró un molino de viento, algunas lámparas de aceite, colmenas, y un par de cerdos a quienes nuestro hijo les llamó, Lois Lane y Clark Kent.
Este par de cerditos me habrían de causar muchos dolores de cabeza, desde el día en que los llevaron a casa.
Los habíamos atado muy bien y metido en sacos de transporte en la parte trasera de nuestra camioneta, estos lechones Houdini de alguna manera lograron liberarse, saltaron de la camioneta, y echaron a correr por las colinas.
Finalmente logramos llevar esas resbaladizas criaturas a casa, pero sólo después de una dura búsqueda y persecución por el bosque.
Lois y Clark eran aventureros lechones que pronto aprendieron a escalar al techo de su casita para saltar fuera de la valla. Automovilistas en la carretera cerca de nuestra casa frecuentemente reportaban haber visto “dos cerdos salvajes” corriendo entre los carros y más de una vez, recibí llamadas telefónicas de vecinos enojados que encontraron al par cavando en sus jardines de flores.
Por lo general la única en casa cuando los cerdos iban a “explorar” era yo, de modo que tenía que arreglármelas. ¿Cómo se puede convencer a dos cerditos a que te sigan y se queden contigo? Se Requiere una cubeta llena de queso cottage, cáscaras de manzana, y otros sobros de comida.
Una vez que L y C habían crecido su dieta habitual ya no era la misma, ahora consistía en camiones de rancia panadería, natilla y productos lácteos, y sobros de comida de los restaurantes locales. Mantener a ese par de Cerdos alimentados era un gran trabajo. Lois y Clark comían mucho por no decir demasiado – y usted se puede imaginar lo OTRO que también hacían – Sí MUCHO.
El montón de estiércol se convirtió en una montaña que permaneció en el campo y lo olvidé por mucho tiempo aún después de Lois y Clark ya habían sido vendidos para convertirse en tocino y chuletas de cerdo en algún congelador.
El verano siguiente, decidí plantar un huerto, cariñosamente lo fertilicé, lo regué y le di el cuidado diario sólo para descubrir al final de la temporada que mis preciadas hortalizas eran insignificantes en comparación con los enormes tomates, pepinos, calabazas que habían surgido justo en el otro lado del patio. Sí exactamente allí, donde estaba la gran pila de estiércol.
¿Por qué te cuento todo esto, sobre cuidados a los cerdos y el estiércol? Porque hay algo que aprender aquí.
La mayoría de la gente ha sentido el dolor de ver destruidas sus esperanzas y sueños. Todos hemos sentido alguna vez que la vida es una gran pila de estiércol!
Así que hay esperanza – incluso en la cima de la pila de estiércol. Así como la basura en una pila de estiércol hizo crecer un jardín en mi patio, la basura en nuestra vida puede producir cosas buenas, que también nos ayuda a crecer.
Así que agarra una pala y empezar a cavar. Hay una cosecha en el otro lado.
Marsha Jordan

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