domingo, 7 de febrero de 2016

¿ES ESO LO QUE LOS NIÑOS QUIEREN? por Mónica E. López


                                                                                                               Ilustración de Pascal Campion
Por aquí se acostumbra que los niños (cuyos padres tienen dinero para usar en esas cosas, por supuesto) festejen sus cumpleaños en sitios armados para tal fin que suelen tener un “animador”, castillos inflables, peloteros, etc. y no olvidemos un comienzo y un final obligatorios de invitaciones y bolsitas descartables. Cuando después de las tres inflexibles horas de pautada diversión, se acerca la hora de retirarse, se acaba la cortesía de los mozos y mozas que comienzan a preparar todo para el próximo cumpleaños, que se repetirá, idéntico, en media hora.
Este concepto industrial del festejo va de la mano con varias prioridades de los padres y madres de hoy en día: orden, seguridad, limpieza y comodidad. También da por sentado una exigencia que se podría revisar: todos los compañeros del curso tienen que ser invitados. La presencia de treinta niños y niñas trae como resultado que sólo es posible hacer el festejo, en esos paraísos de los mercaderes de las fiestas infantiles. En algunos colegios privados de aquí se cierra el círculo cuando las madres recolectan una suma fija para cada cumpleaños y ¡se les regala dinero a los chicos!, sin personalizar el obsequio, sin simbolizar el regalo, sin.
Me pregunto ¿es eso lo que los niños quieren? El materialismo, la indulgencia de los padres, el sentimentalismo y la presión social de que “todos los demás lo hacen”, también tienen su parte en estas reuniones donde los chicos disfrutan, pero como lo podrían hacer, sin tanto despilfarro, con otras formas de celebración mucho más reales y menos consumistas.
La idea de aventura es muy cercana a los niños, se entusiasman, la aceptan naturalmente. Existen muchas actividades que podemos hacer con ellos para festejar su cumpleaños, evitando estas limitadas formas de jugar sin riesgos y sin desafíos genuinos. Podríamos llevar a un grupo de amigos a la naturaleza, a la aventura, organizar partidos de fútbol, búsquedas del tesoro, comidas en la playa o en el campo, caminatas o lo que la imaginación nos sugiera. Creo que con un poco de optimismo y voluntad, podríamos modificar estas rutinas de celebración que nos han hecho creer que son la única forma posible de festejo, y que en el fondo sirven más a los intereses de los adultos que a los deseos de nuestros chicos.

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