viernes, 21 de junio de 2013

El lado oscuro del amor


El amor es la causa más maravillosa de este mundo, de eso ni duda cabe. El amor mueve montañas como la ilusión de una mujer y su fe. Se convierte en un poderoso detonante para generar fuerzas extraordinarias que también pueden llegar a mover al mundo entero.

Basta con asomarnos al mundo particular de cada uno de los enamorados: Una sonrisa, un beso, una mirada, una flor, un detalle… bastan para poner a cada uno “fuera de órbita” (como se estila decir), para pisar sobre una alfombra mágica de nubes con aroma a pétalos de rosa. Entonces con justa razón se podría decir que una mujer enamorada es capaz de llevar hasta el cielo a su hombre y de amarlo, abrazarlo y protegerlo con su hermosa sábana de estrellas.

¡Qué hermoso es estar enamorada!, las cosas más difíciles se vuelven fáciles, todo lo que en otros tiempos nos parecía imposible, ahora nos parece posible de lograr, vemos la vida desde otra perspectiva, nos nacen bríos, seguridad, confianza y muchísimo amor para ver la vida color de rosa. Pero desgraciadamente no todo es color de rosa en la vida de los enamorados, porque los excesos echan todo a perder. Una relación que pudo haber sido hermosa toda la vida, se convierte de pronto en un infierno para toda la vida, si no detenemos esa vida a tiempo.

Tal es el caso de Alethia, una chica universitaria muy joven, muy noble y una morena hermosa que desde niña mostró un carácter fuerte y decidido. Nació para ser una valiente guerrera, una amazona segura, inteligente, suficiente, independiente y convictiva para defenderse de todas las trampas de la vida, hasta que se enamoró perdidamente. El amor la llevó a conocer los extremos más oscuros de su mundo, cometiendo los errores más graves y más grandes que puede cometer una mujer por amor: “Entregarse en cuerpo, alma, sentimiento y razón, sin dejar reservas para si misma”, “perder a sus amigas”, “alejarse de su familia”, “olvidarse de sus derechos”, “abandonar sus estudios” “perderse el respeto a sí misma” y perder su propia individualidad, para convertirse en “una cosa” propiedad exclusiva de su marido que no la dejaba ni asomarse por la ventana sin su permiso, mucho menos salir a la calle y tardarse tantito, porque para el pobre hombre enfermo de machismo, celos e inseguridad era el acabose del mundo.

Alethia dejó de ser la muchachita contenta y feliz, activa y soñadora. La niña dinamita que tenía dichosa a su madre y el orgullo de toda la familia, para transformarse en una mujer apagada, triste, sin fuerza, sin luz, temerosa, nerviosa, dependiente, neurótica, insegura y ciega. ¡Todo su mundo giraba alrededor del padre de su hija!, hasta que su propia hija de escasos nueve años, la sacudió de golpe: “Me das lástima, mira cómo te tiene mi papá, pareces un guiñapo, te ves fea mamita”.

Entonces no tenemos ninguna necesidad de llegar a tal extremo, de generar lástimas, ni lastimar el corazón de nuestros seres más queridos con nuestras actitudes ciegas, abramos los ojos ante los excesos del amor, no perdamos el respeto y el amor que nos merecemos primero a nosotras mismas, rescatemos nuestros valores, nuestra individualidad, nuestra esperanza, nuestra fe, nuestra voluntad y alejémonos de aquel hombre que nos hace llorar en vez de hacernos sentir las mujeres más amadas y respetadas de este mundo, y unas reinas de la naturaleza por derecho propio.

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