lunes, 21 de octubre de 2013
Los sentimientos
Los
sentimientos son tu sistema interno de orientación, un mecanismo
personal de retroalimentación interna. Si te sentis emocionado, feliz,
satisfecho y con una actitud positiva, lo más probable es que vayas en
la dirección correcta, en concordancia con tu verdad personal.
La libertad
Lo
que obtienes en tu vida está determinado por los pensamientos en los
que te enfocas y las acciones que tomas. En otras palabras, obtienes la
libertad personal, enfocándote en ello y practicándolo. Elige la
libertad de hacer lo que tu quieres, cuando quieres, donde quieras, con
quien quieras. Tu tienes la opción de ser feliz, de estar aquí y ahora,
de disfrutar la compañía de quienes te rodean, de
quedarte o de partir, de aprender o relajarte, de crecer, de superarte,
de ser mejor cada día, y con ello vendrán todos los beneficios que
deseas, porque te sentirás libre de vivir tu vida como tu la quieres.
Cuando te amas a ti mismo, amas a los demás, amas lo que haces y amas la
vida, todo fluye maravillosamente y la riqueza en todos sentidos llega a
tu vida.
Sonreir
Sí claro, sonreír a veces cuesta. Sin embargo está demostrado que el sólo hecho de arquear las comisuras de la boca para esbozar una sonrisa, cambia favorablemente la química del cuerpo. Dibujar con un marcador una sonrisa en alguna parte de tu cuerpo es igual que sonreírle a tus órganos internos. Sonreír frente a tu desnudez en el espejo es un mensaje de paz.
La carta de un ángel a sus seres queridos...
El amor de la lluvia y el sol (cuento)
Hubo un tiempo en que no existían estaciones. No había florida primavera, ni verano abrasador, ni otoño nostálgico e invierno helador. Los árboles mezclaban sus flores con sus frutos, sus hojas amarillas con sus desnudas ramas y en un mismo día podía llover y helar, hacer un frío que pelaba o el más agotador de los calores.
Por aquella época andaban todos un poco locos con tanto cambio de tiempo. Los caracoles sacaban sus cuernos al sol para sentir en seguida la lluvia sobre sus caparazones espirales. Los osos se iban a dormir cuando hacía frío y antes de que hubieran conciliado el sueño ya estaban muertos de calor en lo más profundo de su cueva. Todos andaban despistados pero como no había normas vivían felices en el caos más absoluto.
También el sol y la lluvia andaban despistados, concentrados en algo mucho más importante que el tiempo, los animales o los árboles: el amor. Y es que el sol y la lluvia, en aquella época loca en la que no existían las estaciones, se habían enamorado. Y como aquel tiempo era un tiempo de principios y de primeras cosas, el amor entre el sol y la lluvia era nuevo, intenso y desbordante.
Al principio se encontraban en los amaneceres, cuando todos dormían aún. Durante algunos minutos el sol brillaba con fuerza y la lluvia llenaba de agua las hojas y los campos. Con el tiempo los amantes sintieron más y más necesidad de estar juntos. De los amaneceres pasaron a las mañanas y de las mañanas llegaron a los mediodías y las tardes.
Pero en aquel caos de mundo donde no había estaciones, a nadie le sorprendió que lloviera y saliera el sol al mismo tiempo, al fin y al cabo, aquel era un mundo sin normas y todo estaba permitido.
Sin embargo, un día los amantes llegaron demasiado lejos. Enamorados como estaban las horas juntos se les pasaban en un instante, les sabían a poco. Por eso aquella tarde cuando el sol se preparaba para el atardecer, para desaparecer hasta la mañana siguiente, la lluvia sintió el deseo de tenerle un ratito más a su lado.
- ¡No puedes irte tan pronto! Quédate conmigo un par de horas más.
Y el sol, conmovido por la dulzura de la lluvia no pudo negarse. Aquel día atardeció dos horas más tarde pero nadie dijo nada: en aquel mundo sin normas todo estaba permitido.
Al día siguiente, fue el sol el que se sintió tentado a aparecer antes en el cielo y estar más rato con su querida lluvia.
- Nadie lo notará. Al fin y al cabo la noche es oscura y a nadie le gusta.
Y el amanecer, en aquella ocasión, comenzó mucho más pronto que nunca. Pero nadie dijo nada: en aquel mundo sin normas todo estaba permitido.
Día tras día, los amantes arañaban horas a la noche hasta que esta desapareció del mundo. Aquello provocó el mayor caos que se había visto jamás en aquel mundo de caos. Los animales no conseguían dormir, la tierra estaba inundada, las flores se morían de calor con tanto sol. Eso por no hablar de que la luna y las estrellas se habían quedado sin trabajo. Muy enfadada, la luna comenzó a pedir explicaciones a todos los seres que vivían en el planeta.
- ¿Se puede saber quien ha organizado semejante lío? Sin noche no hace falta luna, ni estrellas, ¿a dónde se supone que debo marcharme yo ahora? – gruñía irritada en lo más alto del cielo.
Y tras mucho preguntar y mucho investigar, la luna se enteró del romance que mantenían el sol y la lluvia y de como este amor desbordado le había robado la noche. Muy enfadada les sorprendió una noche que no era noche sino día:
- ¿No os da vergüenza haber dejado al mundo entero sin noche? – les gritó indignada.
- Pero esto es un mundo sin normas y aquí todo está permitido – exclamó orgulloso el sol.
- Claro que sí, siempre que lo que hagamos no moleste a los demás. Y vuestras aventuras nocturnas perturban a los animales que no pueden dormir, aturullan a los árboles y a las flores con tanta agua y tanto calor. Además, ¿qué hay de las estrellas y de mí misma? ¿Qué haremos sin noche? ¿os habéis parado a pensar un solo segundo qué será de nosotras?
La lluvia y el sol bajaron la cabeza avergonzados. Claro que no habían pensado en eso. Ellos solo tenían pensamientos para su amor y sus sentimientos y todo lo demás no importaba. Pero aquello tenía que cambiar.
Y vaya si cambió. La luna bien se encargó de ello y condenó a los amantes a terminar con aquellos encuentros. Desde aquel momento, a la lluvia siempre le acompañó un cielo gris y triste. El sol, por su parte, dejó de viajar con las nubes. Si estas aparecían era para hacerle sombra, pero nunca para traerle la lluvia, como hacían antes.
Fue una época triste aquella. Eso a pesar de que nacieron las estaciones y los animales y las plantas dejaron de volverse locos con tanto cambio de tiempo. Sin embargo, todos se sentían un poco culpables por el sol y la lluvia, separados para siempre.
- Algo hay que hacer. Es demasiado cruel con la lluvia y el sol.
Y tanto insistieron, que la luna acabó por ceder.
- Podréis reuniros muy de vez en cuando, y siempre en periodos cortos. Pero a cambio, en cada encuentro, tendréis que darnos algo tan bello como vuestro amor.
La lluvia y el sol aceptaron. Volvieron sus encuentros, volvió el mundo a ser alegre. La lluvia y el sol también cumplieron con su promesa.
Crearon algo tan bello como su amor: el arco iris.
Los niños que aprendieron a soñar (cuento)
Texto de María Bautista. Ilustración de Raquel Blázquez
En la aldea africana donde vivía Moussa tenían un problema muy grande. En realidad, como era una aldea muy pobre tenían muchos problemas, pero uno era más grande que el resto. Los niños se habían olvidado de soñar.
Y aunque aquel era un problema muy grande, a nadie parecía importarle demasiado. Total, los sueños solo eran sueños. No daban de comer, ni protegían o mantenían limpia la casa, ni quitaban la sed. Los sueños, para todos los niños de aquella aldea, eran algo inservible e inútil.
Para todos menos para Moussa, que soñaba con soñar y solo por eso, era un soñador de primera categoría. Convencido de que sin sueños los niños dejarían de ser niños y desaparecerían, Moussa decidió irse a buscarlos. Se marchó caminando el primer día que descubrió que los niños de la aldea estaban empezando a difuminarse y a borrarse poco a poco. ¿Quién podría ayudarle a encontrar estos sueños perdidos?
Tras caminar y caminar durante varias horas, Moussa se encontró al viento Harmattan.
- Amigo viento, por casualidad, ¿no se habrán escondido entre el polvo y la arena que desplazas en tus viajes, los sueños perdidos de mi aldea?
El viento, después de mirarse por dentro, tuvo que reconocer que él no tenía aquellos sueños.
- Pregunta mejor a la lluvia. Sus aguas lo arrastran todo y quizá por error se hayan llevado vuestros sueños.
El pequeño Moussa tuvo que esperar una estación entera hasta que llegaron las lluvias. Pero ellas tampoco sabían nada de aquellos sueños infantiles.
- Pregunta a los leones de la sabana. Quizá una noche estaban tan hambrientos que se comieron todos los sueños de la aldea.
Moussa caminó hasta la sabana y buscó a los leones que en verdad estaban tan hambrientos como le había dicho la lluvia. Por eso, a punto estuvieron de devorarlo de un solo bocado. Pero aquel niño que buscaba los sueños les dio tanta lástima que le dejaron ir, después de reconocer que ellos no se habían comido sus sueños.
- Pregunta a los enormes y sabios elefantes. Quizá su memoria prodigiosa recuerde algo.
Moussa preguntó a los elefantes que le contaron que hacía mucho mucho tiempo, los niños de su aldea soñaban sin parar.
- Entonces, ¿por qué ahora se han olvidado de hacerlo? ¿Quién nos ha robado los sueños?
- Trabajan demasiado -exclamó el elefante más viejo de la manada-. Trabajan tanto que no les da tiempo a soñar.
Moussa pensó en su aldea. Pensó en los niños que pasaban el día fuera buscando comida. Pensó en las niñas que cuidaban sin descanso de la casa y de los más pequeños. Y se dio cuenta de que el elefante tenía razón: los niños, obligados a hacer cosas de mayores, se habían olvidado de soñar.
Moussa volvió a su aldea convencido de que algo tenía que cambiar. Pero cuando llegó allí ya había cambiado algo, aunque no exactamente lo que él quería. Y es que en su ausencia, los niños que no soñaban, habían desaparecido del todo. Así que la aldea se había quedado sin niños.
Los adultos, preocupados, les habían buscado por todas partes. Pero no los encontrarían hasta que les devolvieran su capacidad de soñar. Y para eso necesitaban que algunas cosas cambiaran. Que las niñas y los niños encontraran un lugar donde aprender a leer, a coser, a pintar, a cultivar, a hacer herrería, a entender la electricidad o la mecánica.
Cuando los adultos comprendieron aquello, todo fue mucho más fácil. Crearían escuelas y talleres y un proyecto para sacar adelante estos sueños. Y a medida que iban haciéndolo, los niños de la aldea de Moussa, fueron apareciendo y aprendiendo en aquellos talleres. Como ya no tenían que trabajar, comenzaron a pensar en el futuro. En qué serían de mayores, en qué función realizarían para su pequeña comunidad, en qué le enseñarían a sus hijos y a los hijos de sus hijos. Y al pensar en el futuro, los niños, sin darse cuenta, comenzaron a soñar.
Recuperaron los sueños y el futuro. Y no dejaron de soñar nunca.
En la aldea africana donde vivía Moussa tenían un problema muy grande. En realidad, como era una aldea muy pobre tenían muchos problemas, pero uno era más grande que el resto. Los niños se habían olvidado de soñar.
Y aunque aquel era un problema muy grande, a nadie parecía importarle demasiado. Total, los sueños solo eran sueños. No daban de comer, ni protegían o mantenían limpia la casa, ni quitaban la sed. Los sueños, para todos los niños de aquella aldea, eran algo inservible e inútil.
Para todos menos para Moussa, que soñaba con soñar y solo por eso, era un soñador de primera categoría. Convencido de que sin sueños los niños dejarían de ser niños y desaparecerían, Moussa decidió irse a buscarlos. Se marchó caminando el primer día que descubrió que los niños de la aldea estaban empezando a difuminarse y a borrarse poco a poco. ¿Quién podría ayudarle a encontrar estos sueños perdidos?
Tras caminar y caminar durante varias horas, Moussa se encontró al viento Harmattan.
- Amigo viento, por casualidad, ¿no se habrán escondido entre el polvo y la arena que desplazas en tus viajes, los sueños perdidos de mi aldea?
El viento, después de mirarse por dentro, tuvo que reconocer que él no tenía aquellos sueños.
- Pregunta mejor a la lluvia. Sus aguas lo arrastran todo y quizá por error se hayan llevado vuestros sueños.
El pequeño Moussa tuvo que esperar una estación entera hasta que llegaron las lluvias. Pero ellas tampoco sabían nada de aquellos sueños infantiles.
- Pregunta a los leones de la sabana. Quizá una noche estaban tan hambrientos que se comieron todos los sueños de la aldea.
Moussa caminó hasta la sabana y buscó a los leones que en verdad estaban tan hambrientos como le había dicho la lluvia. Por eso, a punto estuvieron de devorarlo de un solo bocado. Pero aquel niño que buscaba los sueños les dio tanta lástima que le dejaron ir, después de reconocer que ellos no se habían comido sus sueños.
- Pregunta a los enormes y sabios elefantes. Quizá su memoria prodigiosa recuerde algo.
Moussa preguntó a los elefantes que le contaron que hacía mucho mucho tiempo, los niños de su aldea soñaban sin parar.
- Entonces, ¿por qué ahora se han olvidado de hacerlo? ¿Quién nos ha robado los sueños?
- Trabajan demasiado -exclamó el elefante más viejo de la manada-. Trabajan tanto que no les da tiempo a soñar.
Moussa pensó en su aldea. Pensó en los niños que pasaban el día fuera buscando comida. Pensó en las niñas que cuidaban sin descanso de la casa y de los más pequeños. Y se dio cuenta de que el elefante tenía razón: los niños, obligados a hacer cosas de mayores, se habían olvidado de soñar.
Moussa volvió a su aldea convencido de que algo tenía que cambiar. Pero cuando llegó allí ya había cambiado algo, aunque no exactamente lo que él quería. Y es que en su ausencia, los niños que no soñaban, habían desaparecido del todo. Así que la aldea se había quedado sin niños.
Los adultos, preocupados, les habían buscado por todas partes. Pero no los encontrarían hasta que les devolvieran su capacidad de soñar. Y para eso necesitaban que algunas cosas cambiaran. Que las niñas y los niños encontraran un lugar donde aprender a leer, a coser, a pintar, a cultivar, a hacer herrería, a entender la electricidad o la mecánica.
Cuando los adultos comprendieron aquello, todo fue mucho más fácil. Crearían escuelas y talleres y un proyecto para sacar adelante estos sueños. Y a medida que iban haciéndolo, los niños de la aldea de Moussa, fueron apareciendo y aprendiendo en aquellos talleres. Como ya no tenían que trabajar, comenzaron a pensar en el futuro. En qué serían de mayores, en qué función realizarían para su pequeña comunidad, en qué le enseñarían a sus hijos y a los hijos de sus hijos. Y al pensar en el futuro, los niños, sin darse cuenta, comenzaron a soñar.
Recuperaron los sueños y el futuro. Y no dejaron de soñar nunca.
viernes, 18 de octubre de 2013
La agresión humana...
"Los seres humanos somos capaces de entrar en el dolor ajeno e imaginarnos lo que siente el que sufre. Nadie se habría preocupado de liberar a los esclavos a no ser que se hubiera podido poner en el lugar del esclavo. Pero esta es también la base sobre la que se apoya la capacidad del hombre para la crueldad. Su deseo de dominar, torturar y humillar a otro ser está claramente relacionado con su habilidad para entrar imaginariamente en la agonía de la víctima."
Ilustr. Paweł Jońca
— Anthony Storr, La agresión humana.
______________Ilustr. Paweł Jońca
La Belleza
La Belleza.
Le dije al almendro: “¡Hermano, háblame de Dios!”
.. Y el almendro se cubrió de flores
Nikos Kazantzakis..
Le dije al almendro: “¡Hermano, háblame de Dios!”
.. Y el almendro se cubrió de flores
Nikos Kazantzakis..
Cada arruga...
Cada arruga de mi piel
Es el mapa de lo que viví
Cada cana es un adiós
Un te quiero, un hola, un perdón
Mi diario esta en mi piel
Nadie puede leer el guión
De la obra de mi existir
De victorias derrotas y amor
Risas ,despedidas,y lagrimas
Jet Lyrics
Mago De Oz EPILOGO.
Philippines Kalinga Woman , By Lars Krutak
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