sábado, 27 de septiembre de 2014

Amado Nervo


Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, vida, 
porque nunca me diste ni esperanza fallida, 
ni trabajos injustos, ni pena inmerecida;


porque veo al final de mi rudo camino 
que yo fui el arquitecto de mi propio destino;


que si extraje las mieles o la hiel de las cosas, 
fue porque en ellas puse hiel o mieles sabrosas: 
cuando planté rosales, coseché siempre rosas.


...Cierto, a mis lozanías va a seguir el invierno: 
¡mas tú no me dijiste que mayo fuese eterno!


Hallé sin duda largas las noches de mis penas; 
mas no me prometiste tan sólo noches buenas; 
y en cambio tuve algunas santamente serenas...



Amé, fui amado, el sol acarició mi faz. 
¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!

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