Patricia tenía el mal hábito de pasar por alto a los demás cada vez
que estaba muy ocupada. Una tarde su esposo se quejó: Me siento como los
pañales de ayer.
Patricia le dijo que estaba muy ocupada y que no tenía la intención
de tratarlo mal, pero cuando se fue a dormir esa noche, pensó en lo que
le dijo su esposo. ¿Lo había estaba desatendiendo?
Entonces un día descubrió por sí misma cómo se sentía él. Había ido a
las oficinas de una organización muy conocida a dejar una información.
Había esperado encontrarse allí con algunos de los voluntarios y hablar
con ellos, pero para sorpresa de Patricia, todos estaban demasiado
ocupados como para hablar con ella.
Convencida de que no fue bien recibida, se marchó desalentada.
En nuestro ocupado mundo, a menudo nos desalentamos los unos a los
otros. Muchos trabajamos en exceso y nos extralimitamos en capacidad, y
descubrimos que es fácil habituarnos a dejar de lado a las personas,
incluyendo a las que más amamos. No obstante, podemos ser determinantes
en las vidas de las personas que nos rodean si dedicamos el tiempo de
escucharlas, si les mostramos que son preciosas para Dios… y para
nosotros.
Jesús dijo que el mayor mandamiento es amarse los unos a los otros, y
que a sus seguidores les conocerían por su amor… un amor profundo y
verdadero. Así que mañana, mientras llevas a cabo tu día, toma un
momento de tus muchas tareas. Haz una llamada telefónica y dile a un
amigo que crees que es muy especial. No solo alegrarás el día de tu
amigo, sino que darás un gran testimonio a un mundo que sufre y que se
siente abandonado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario