Las palabras resonaron en la mente de Sarita al volver a casa de la
escuela. Era una buena estudiante; nunca había copiado en su vida. Pero,
esa última tarea había sido muy difícil. En un momento de
desesperación, se la copió a una compañera.
La profesora, la señora Martínez, le había pedido que se quedara
después de clase y Sarita sabía lo que se avecinaba. Aun así, se asombró
cuando la señora Martínez le preguntó si, en realidad, ése era su
trabajo.
Sí, les respondió, y se preguntó por qué había mentido.
Mirándola a los ojos, la señora Martínez, le dijo con suavidad:
¿Sabes que está mal lo que has hecho, verdad? Piensa esta noche en la
respuesta y mañana te voy a volver a preguntar si ése es tu trabajo.
Fue una noche muy larga para Sarita. Estaba casi por terminar la
secundaria, y se había ganado una buena reputación debido a su
honestidad y amabilidad. Nunca había copiada ningún trabajo, y ahora
quería arreglar su error mintiéndole deliberadamente a una persona a
quien quería y admiraba. A la mañana siguiente se presentó ante la
señora Martínez mucho antes que empezaran las clases y le confesó su
mala acción. Recibió la apropiada consecuencia de su comportamiento: un
cero por su trabajo, y por primera vez en su vida, el castigo de tener
que quedarse después de la clase.
Años después, Sarita pensaba con frecuencia en esa experiencia y
sentía gratitud por la corrección en amor de alguien a quien ella
respetaba. La señor Martínez estuvo dispuesta a ayudarla a tomar
decisiones correctas, a pesar de su deshonestidad. Para Sarita, ésa fue
una lección que le duraría toda la vida acerca de cómo asumir
responsabilidad por acciones deshonestas, y hacer lo correcta sin
importarle las consecuencias.
No hay comentarios:
Publicar un comentario