viernes, 5 de julio de 2013

INCENDIO DE LA ESTUPIDEZ

Somos hijos de la Tierra, aglomeración de microconstelaciones y la fiesta que interrumpe el silencio cósmico. Segregamos ideas, exhalamos voluntades, soñamos empedernidamente y avanzamos dejando una huella; nuestro paso por la Tierra es fugaz, pero hay huellas que permanecen.
Lo que cada persona hace, afecta a la Tierra. Algunos hablan de estilo de vida, otros de estándares de consumo, algunos nos seducen con modernidad y desarrollo, sin embargo sólo se trata de consumir y producir y eso deja huellas en la Tierra.

Se enamora una pareja, ella abraza un sueño hogareño, que le brinde seguridad, economía y estabilidad afectiva; el fue entrenado para jugar un rol, se pasó toda la vida estudiando lo que no sirve, para hacer luego lo que no le gusta y con ello ganar dinero; las adicciones anestesian el vacío, hay que seguir el libreto y ser fiel a la rutina: conseguir un trabajo, no importa lo que haya que hacer, al obtenerlo luchar por un ascenso, prescindir de los valores, fundamentar el individualismo, mirar sólo los objetivos egoístas, el fin sigue justificando los medios; se compra la casa, se llena la casa de cosas, un auto, luego dos, cuando llegan los hijos que cada uno tenga el suyo y reedite la rutina consumistas y acreciente el embotellamiento urbano.

El ritual se repite con obsesiva precisión, comprar aparatos, encenderlos, inmovilizar cada vez más el cuerpo, degradarlo, añadir químicos al aire, a la comida, al agua; acumular necesidades innecesarias, producir sobre todo cada vez más basura.

Imaginemos que no haya nada de malo en consumir cada vez más y producir creciente basura, el problema es que la gente urbana de las ciudades del siglo XXI, cree que la vida es sólo eso. Ya no queda tiempo para saborear un amanecer o contemplar la pantalla grande del cielo, donde cada noche nos recuerda, que la vida tiene la suprema categoría de millones de estrellas. Ya no se contempla el pétalo de la flor y su matinal perla de rocío, tampoco se escucha el canto del pájaro, por ello, cuando se extingue alguna especie, no hay nostalgia, ni siquiera recuerdo.
El problema radica en que el ser humano hace muchas cosas y no considera el impacto ambiental de sus acciones. Ahí está el cambio climático, las epidemias de cáncer, la hambruna creciente en algunos países y las montañas de basura que acorralan las ciudades de este tiempo.

Se consume más de lo necesario, se destruye consumiendo, se produce lo que no se necesita, sólo para lucrar luego de convencernos que compremos; es que el lucro es el norte fundamental en este estilo de vida que se promueve desde el norte y que el planeta no podrá soportarlo.
La biosfera no es indestructible, la capacidad del planeta Tierra de mantenernos con vida en su seno, está seriamente amenazada. Si continuamos teniendo como modelo de vida, el despilfarro suicida del norte, precisaremos otros planetas más para habitar y ello, sabemos que nos es posible. Si continuamos creyendo en este tipo de desarrollo y permitiendo que líderes pre-ecológicos, continúen eligiendo nuestro futuro, habremos traicionado a nuestros hijos y los hijos de los hijos se quedarán sin hogar planetario.

Y mientras cada líder político piensa en la situación y se toma su tiempo para darse cuenta, sin alterar su rutina, continúa calentándose el planeta, derritiéndose los polos y desapareciendo los bosques donde se fabrica el oxígeno.

Menos mal que la esperanza habita en algunos corazones y se contagia y se organiza, y se moviliza para reorientar el rumbo de los pueblos. Sabemos que aún estamos a tiempo y que una chispa, los ecologistas lúcidos, pueden producir el incendio de la estupidez.

(Chamalu)

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