miércoles, 19 de marzo de 2014
19 de marzo de 1919: Masacre de Fortín Yunká
En la ciudad de Formosa una calle lleva el nombre de Fortín Yunká, donde una placa de bronce y un pequeño monolito trunco recuerdan a las víctimas militares y sus familiares.
Jamás ha habido homenajes oficiales ni reparaciones de ningún tipo a las víctimas de la feroz represión.
El 19 de marzo de 1919, presumiblemente en horas de la siesta, el horror pasó por el fortín Yunká dejando quince muertos: Fermín Leyes – jefe-, Rafael Zalazar, Eugenio Franco, Ramón Maciel, Alejandro Fleitas, Marcos Vallejos, Remigio Moríñigo, María Ojeda, Polonia Enciso, Damasia Pintos, los cuatro hijos de Leyes y uno de Polonia y el pánico se instaló en una vasta región. Los agresores habrían atacado sorpresivamente cuando los militares dormían ultimándolos a golpes de macana y degüello. Únicamente el jefe Leyes habría sido rematado con un disparo de arma de fuego. Sólo salvaron milagrosamente sus vidas dos hijos de Polonia Enciso y el cabo Waldino Almeida: Ramón y Ermida de cinco y un años de edad respectivamente.
La noticia de la masacre llegó a la Gran Guardia Comandante Fontana tres días después y su jefe, el teniente 1º Narciso del Valle, al frente de un puñado de hombres, partió de inmediato en demanda del agredido asentamiento militar.
Lo hicieron a lomo de mula, por picadas anegadas por las copiosas lluvias caídas. Así fueron vadeando penosamente los desbordados riachos Inglés, Horqueta, Tatú Piré, Porteño y el estero Las Vacas.
La llegada al fortín –acaecida el 23 ó 24- corroboró lo informado por los estafetas Waldino Almeida y Félix Bustos: sólo cadáveres y desolación.
Ante la cruda realidad crece la indignación de los militares que ya señalan al cacique Garcete como el responsable de la masacre.
Y ya se tiene la primera víctima pilagá: un hermano del cacique que había sido capturado en la Gran Guardia Comandante Fontana y llevado por la fuerza, es fusilado al alba del siguiente día. La infausta noticia llegó también al jefe accidental del heroico Regimiento de Gendarmería de Línea emplazado en la ciudad capital del Territorio.
Por entonces se hablaba de una insurrección generalizada con 10.000 indios –mandados por Garcete- como temibles protagonistas.
El capitán Enrique Gil Boy, que tal era el nombre del jefe militar, actúa de inmediato: con los escasos recursos humanos con que cuenta organiza una comisión expedicionaria integrada por 8 suboficiales, 12 soldados y 15 mulas. También, en carácter de voluntario, el doctor (médico) Benjamín de Morra. Boy en persona manda la comisión que se traslada al fortín Fontana en un tren fletado al efecto (un coche de pasajeros de 2º clase y dos vagones jaulas con mulares).
Llegan a Fontana en horas de la tarde del día 25, y en la mañana siguiente –y con refuerzos llagados desde Las Lomitas- parten siguiendo el itinerario hecho días antes por del Valle. Además de riachos y esteros desbordados deben soportar fuertes temporales y copiosas lluvias.
Arriban a Yunká en las últimas horas del día 29 y el informe que recibe de del Valle le hace tomar una drástica decisión: castigará a quienes supone autores de la masacre (Garcete y sus pilagás) aunque tenga que ir a buscarlos a Lacaldá, la mal llamada toldería, sita en un lugar desconocido, casi inaccesible del estero Patiño.
La represión fue muy cruenta… e injustificada.
Para José Fernández Cancio ("Relato sintético de una parte de la historia de mi vida", inédito) el cacique Garcete era inocente y tras ser apresado, liberado por falta de pruebas. Fernández Cancio sostiene que los autores de este ataque considerado "el último malón" pertenecían a la Etnia Maká conducidos por los delincuentes Insaurralde (correntino) y Sapará (paraguayo).
Por su parte los pilagás hasta el día de hoy protestan su inocencia: el cacique Valentín Gómez en Navagán a quien escribe estas líneas en 1965, Siyayú, también de Pozo Navagán, y Marcos Herrera Yoxainqui de Las Lomitas, en 1992 ante José Braunstein, un aborigen de apellido Sánchez a Aníbal Gallai en Estanislao del Campo en 1995 ("El Comercial", 20/07/1995; pág. 13), José Rivero Zalazar –Memorias del Gran Chaco, 2º parte- ante Willis Horst…
Correspondería –estimo- si es que no se ha probado la autoría de los pilagás de la masacre de Yunká, un merecido acto de desagravio para la etnia como también el efectivo cumplimiento de lo dispuesto por la aparentemente olvidada Ley Provincial nº 261 sancionada por la Honorable Cámara de Diputados el 23 de junio de 1965.
Bibliografía: "El último malón" de Graciela Lapido y Beatriz Spota.
"El ataque al Fortín Yunká" de Cirilo Ramón Sbardella.
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