Cuando el duro invierno canadiense ha perdido su fuerza, el hielo que
cubre las aguas del Río Nass se resquebraja, las truchas arco iris del
Pacífico que se habían congregado en el fiordo de Portland emprenden el
recorrido anual río arriba, hacia el lugar donde nacieron para cumplir
con el ritual del desove.
Impulsados por un instinto ancestral los peces recorrerán más de 200
kilómetros río arriba hasta alcanzar los 3000 metros de altitud.
Recorrerán todo el camino corriente en contra sorteando obstáculos y
depredadores casi sin alimentarse. El increíble esfuerzo hará que el
animal vaya envejeciendo cada día a un ritmo muy acelerado. Las
mandíbulas se deforman, la espina dorsal se curva, las branquias se
agrietan y la calcificación de las arterias adquiere una dimensión
sobrecogedora, prácticamente mortal.
El viaje de regreso es sencillo y sin esfuerzo, liberados del estrés
por llegar a tiempo a la puesta, se dejarán llevar río abajo,
deteniéndose a descansar y alimentándose adecuadamente. En este camino
de regreso se produce el maravilloso milagro. Los animales van
rejuveneciendo kilómetro a kilómetro. Lo que más llama la atención de
este cambio es la notable y veloz descalcificación de las arterias que
desaparece por completo. La espina dorsal pierde la curvatura y la
mandíbula toma su aspecto normal. Al llegar al mar son de nuevo
ejemplares jóvenes y fuertes.
Al año siguiente ocurrirá lo mismo, y al otro y al que le sigue. La
trucha arco iris podrá envejecer y volver a la juventud al menos cuatro
veces a lo largo de su vida. Los seres humanos, sometidos al estrés y al
esfuerzo intensivo suelen presentar síntomas de envejecimiento
prematuro no sólo en su aspecto si no en alteraciones de su sistema
circulatorio. El descanso, una dieta balanceada y un período sin
sobresaltos favorecen la recuperación del aspecto y la salud en general.
Tito Rodríguez-Director
Instituto Argentino de Buceo
Instituto Argentino de Buceo
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