El cazador no está disponible, y esto
significa que evita deliberadamente cansarse y cansar a los demás. Nada
ajeno puede turbarle o atraerle, porque el guerrero, haga lo que haga,
posee una intención inflexible. Esta indisponibilidad es, pues,
ante todo estratégica, como todo lo que hace el guerrero-cazador. Y
esta indisponibilidad viene de que él no deforma su mundo presionándolo.
El cazador es lo contrario del hombre corriente, glotón, sentimental,
egoísta y explotador. El cazador no hace más que rozar su mundo, y se va
rápidamente dejando apenas huella de su paso. De esta manera, el arte
del cazador es el hacerse inaccesible, es decir, el tocar el mundo
circundante con sobriedad. Y esta inaccesibilidad nada tiene que ver con
la soledad del eremita. Si no hace más que esconderse no servirá de
nada; sustraerse a los demás es, ante todo, sustraerse a si mismo. El
eremita de las religiones cumple de hecho una función social. Todos
saben que es un ermitaño y, en primer lugar, lo sabe él mismo. Lo
eremítico forma parte de su historia personal, pues para él es una
rutina. El guerrero no se sustrae materialmente a su mundo, sino que
utiliza su mundo con frugalidad y ternura. Un cazador está en íntima
relación con su mundo y, sin embargo, permanece inaccesible a este mismo
mundo.
Don Juan —
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